martes, 12 de enero de 2010

La Última Vez. Parte 1

Llegamos cuando todo había comenzado ya. La calle que pensábamos no ibamos a volver a ver estaba allí, delante de nosotros, como siempre. La tortuosa calzada de tierra, la zanja con los yuyos crecidos, la misma calle que figuraba once veces asfaltada y, sin embargo continuaba de tierra gracias a la inoperancia, la burocracia y la corruptela de los políticos locales. Toda la cuadra estaba repleta de autos estacionados. La fiesta era muy concurrida, y no podría ser de otro modo. La casa, justo en medio de la cuadra, se la veía feliz. Uno, al observar el frente, sin ver siquiera a los ocupantes, o lo que se estaba desarrollando dentro, podía darse cuenta de inmediato que lo que allí sucedía era algo maravilloso y fantástico, algo milagroso que avivaba las emociones humanas de una forma abrumadora.
Bajamos del coche y caminamos lentamente hacia las rejas azules tan caracteristicas que de aquel hogar, que había sido el hogar de mi suegro por más de cincuenta años; esa casa que él mismo había diseñado y levantado con sus porpias manos. Mi esposa caminaba a mi lado, se la notaba ansiosa, a pesar de sus esfuerzos por aparentar lo contrario. Mientras avanzaba, me apretaba la mano con fuerza y se mordía el labio inferior. Ya junto a la puerta podía escucharse el murmullo de lo sinvitados, risas, bromas, el vozarrón de algún primo jocoso, y su risa, la de mi suegro. Fue escucharla, diferenciarla entre esa babel que sonaba alborotada y no poder contener las lágrimas, ni mi esposa, su hija, ni yo. Esa risa alegre, cristalina, sincera. Le dirigí a mi señora una mirada comopara infundirle confianza, esta vez fui yo quién presionó su mano con calidez y toqué el timbre.
Alguien nos abrió la puerta, no recuerdo quién fue, alguna prima, algún primo, seguramente. Nos detuvismos un instante en el living que lo recibía a uno cuando se entraba y nos llenamos las narices con sus olores, con ese olor que era particular de esa casa, que en parte era el olor de mi suegro. Cada casa, como si de una huella digital se tratase, posee un aroma particular, un olor característico que remite a ese lugar y a esa o esas personas que allí viven o vivieron. Atravezamos la penumbra del living, que la escasa luz que penetraba de las rendijas de las persianas apenas levantadas hacía mágico, con los muebles tal cual como habían estado siempre, con cada adorno, cada cosa, hasta el más mínimo detalle. La fiesta se estaba desarrollando atrás, en el patio con quincho, aquel patio donde tantas veces habíamos vivido días espléndidos, asados maravillosos de fin de año, aquellas fiestas donde se juntaba toda la familia... como ahora, pero diferente.
Recorrimos el resto de la casa avanzando por el pasillo que comunicaba al fondo. A un lado estaba la cocina, al otro el escritorio y el baño. Durante el trayecto nos fuimos encontrando con familiares a los que fuimos saludando: tías y tíos, primos, amigos de la familia... Finalmente llegamos al patio, donde estaba el grueso de la gente. Los que estaban fuera se volvieron para vernos llegar, los que estaban dentro nos seguían como enuna procesión. Hubo abrazos, chistes acerca de nuestra llegada tarde (muy caracteristico en mi esposa), las mujeres más sensibles soltaron lágrimas a rabiar y con sus manos se tapaban la boca con nerviosismo. El murmullo se generalizó, hubo comentarios, cuando él asomó entre algunos y nos sonrió, con esa sonrisa bonachonaque poseía, y de pronto, el silencio cayó como una cortina. Quedamos envueltos por un silencio denso, casi palpable y avanzamos, avanzó mi esposa aturdida.
Mi suegro estaba sentado en la punta de la mesa, una larga tabla apoyada sobre unos caballetes, la mesa que solía armar para las fiestas o los asados muy concurridos. Estaba igual que siempre, con su barba canosa y su corte de pelo a la media americana, con lo spirinchos parados en la parte superior. Estaba vestido con una chomba colr bordó, un pantalón gris y sus zapatillas de tenis blancas con tiras verdes. Estaba vestido igual que la última vez que lo habíamos visto. Era increible verlo allí, tal cual, tan lleno de vida. En el momento en que irrumpimos en el patio estaba mirando unas fotos viejas con algunos parientes. Alzó la vista y se quitó los lentes de ver de cerca que se montaba en la punta de la nariz.
Allí mi señora no pudo contener más las lágrimas que tanto había luchado por contener. ¿De qué servía mantener la compostura? ¿De qué servía aparentar que la situación no la afectaba si era lo más lindo del mundo que te afectara esa situación? Los humanos a veces somos muy estúpidos avergonzándonos o sientiendonos débiles al exponer nuestros sentimientos frente a otros. Ambos, padre e hija se fundieron en un abrazo eterno, de esos que muy pocas veces se da la gente, y luego él me abrazó a mí.

1 comentario:

  1. Que bueno poder despedirse de la vida!!!
    Me llevaste a esa fiesta familiar Muy Bueno!!!

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