viernes, 25 de septiembre de 2009

Una Charla en el Averno. Parte 3.

Tercera parte de la serie del Testigo.

- Usted aun lo ama... a Dios, me refiero –le dije casi susurrando y volví a tomar un largo trago. Mi descubrimiento debía bajarlo con algo fresco pues me había quemado la garganta.
Otra vez, Samael, hizo aquella mueca de dolor que le hacía rechinar sus afilados dientes. - ¡Le dije que no me lo nombre!
- ¡Discúlpeme! Se me escapó. Realmente ha sido involuntario. Pero aun lo ama ¿no es así?
Por primera vez, Samael, apartó aquellos ojos negros de los míos y una sombra pareció opacar su rostro apergaminado y macilento.
- No me importa en lo absoluto –dijo con sentido dolor.
- ¡Vamos, se le nota! –le dije sin poder contenerme. En ese momento no pensé en lo peligroso que podría ser despertar la cólera de Satanás.
- ¡Bueno! Es mi padre, ¿no? –me respondió al fin, y su voz sibilante de serpiente, esta vez, pareció la de un niño ofendido-. ¡¿Cuántos hijos están peleados con sus padres o viceversa y sin embargo el sentimiento no cambia aunque se oculte o se disimule?!
- ¿Entonces? ¿Por qué no hace buena letra para reconciliarse con él?
- ¡Reconciliarme! –Samael lanzó de nuevo esa carcajada, nunca mejor calificada, diabólica- Ya es un poco tarde para reconciliaciones. ¡¿Sabe los trastornos que le ocasioné desde que pasé a ser Satán?! Nunca me propuse hacer un censo, pero juraría que, si hago un recuento, tengo igual cantidad de almas calentándose en mis hornos que los que están en el Cielo. ¡Y no sé si tengo más yo que él!
“Pero a propósito, hemos llegado al punto donde quería llegar yo. Cuando lo invité a sentarse conmigo le dije que tenía algo importante que la gente debía saber. Bueno, precisamente es referido a este tema, a mi eterna pelea con..., bueno, usted ya sabe.
- ¡Explíquese!
- Estoy cansado. Cansado y aburrido de hacer esto –esta vez, sonó realmente cansado pero a la vez aliviado, como si al decir eso un enorme peso se le hubiera quitado de su espalda-. Cansado y aburrido de ser el malo de la película; cansado y aburrido de cargar con el odio y el temor de la gente, y con la indiferencia de Él. Ignorado, solo, porque estoy solo ¿sabe?... Todas mis legiones infernales me aburrieron hace ya mucho tiempo. No hablo con ellos, no los quiero ni ver. Me encierro en mis aposentos y no salgo en meses, a veces años, sin ver ni hablar con nadie. Estoy harto de ese lugar inhóspito, lúgubre que es el Infierno... ¿Sabe las ganas que tengo de mudarme a su mundo, sentarme en los bares, de esos que tienen las mesas en la vereda, al calor de un solcito otoñal, y disfrutar de un rico café, hablar con algún anciano con esa sabiduría que poseen de la vida, mirar las chicas pasar, pasear por alguna callecita silenciosa y pintorezca? –Samael abrió los brazos en un modo abatido- Me cansé de interpretar el papel de malo. Haga que la gente lo entienda, convénzalos que no soy el Enemigo, bueno al menos no quiero serlo más. La gente no quiere darse cuenta. ¡Si hasta hace siglos que yo no me presento a los pactos! Envío a otros en mi lugar: Mefistófeles, Belcebú, Asmodeo, y ellos ni lo advierten. ¡Para ellos, todos, cualquiera que sea el que vaya, soy yo! No se dan cuenta que son otros, y si lo hacen, lo arreglan diciendo que soy yo que adopto muchas formas. ¡Hágales entender que me retiro del juego, amigo!
Dicho esto, Samael se echó hacia atrás y lanzó un largo suspiro, cargado de sufrimiento; luego me sonrió nuevamente con esa sonrisa triste, que casi daba pena.
No voy a negar que me sorprendió con su confesión, y él debe haber visto mi expresión de incredulidad en mi rostro, o vaya a saber qué expresión, pues volvió a sonreír lastimosamente y me dijo:
- ¿Lo decepcioné? –su voz sonó aun más abatida y casi con un dejo de vergüenza. Inmediatamente recordé la escena de “Rey de Reyes”, la que el diablo, ese mismo que ahora estaba sentado frente a mí, o al menos un actor que lo interpretaba, intentaba tentar al hijo de Dios. Este era una sombra de aquel personaje de la película, tan arrogante y seguro de sí mismo que parecía... Una vez más me pregunté si así había sucedido realmente o había sido una exageración del actor o del que había escrito el libro del film.
- ¿Por qué lo hizo? –le pregunté omitiendo su pregunta- Porque lo hizo, ¿no?
- ¿Qué cosa? –quiso saber él con real intriga.
- Tentar a Cristo...
- ¡Tentar a Cristo! –exclamó y volvió a lanzar la carcajada- Me agarró con esa pregunta. ¡Tantos años pasaron que lo había olvidado! ¿Y por qué va ser? –me miró y el orgullo brilló nuevamente en sus ojos oscuros como pozos sin fondo- Por la misma razón de siempre... ¡Celos! Igual que con Eva. Cristo era otro ser que amaba más que a mí... casi con sus poderes y, ahora, para colmo, con el mismo aspecto que los hombres. Si le llegaba a arrebatar a su hijo... Hubiera sido mi desquite, mi gran desquite...
Al Averno llegaron unas cuantas personas nuevas. Tres hombres y cuatro mujeres, jóvenes y algo ebrios riendo a carcajadas. Samael, me miró y arqueó sus cejas cuando advirtió sus presencias. Aun se lo notaba bastante abatido.
- ¡Clientes nuevos! –me dijo- Debo ir a atenderlos, no vayan a decir que el anfitrión no sabe recibir a sus clientes... ¡Ha sido un gusto hablar con usted! Y... haga lo posible con lo que le pedí... Después de todo, es la primera vez que el Diablo le pide algo a un mortal...
- Lo intentaré, se lo juro –le dije y Samael me estrechó la mano. Era fría. Ironías del destino supongo, en un lugar tan caliente tener el cuerpo tan frío. Samael amagó con irse, pero yo no le solté la mano-. Una última pregunta –Samael me miró intrigado y asintió con la cabeza- No me aclaró para que tiene este boliche...
Samael sonrió y miró a su alrededor, los escenarios, la barra llena de borrachos, las mesas, las luces. Finalmente me acercó su boca a mi oído.
- No me lo va a creer, pero no tiene ninguna doble intención, como ya le dije antes. Siempre fue mi sueño atender un bar, una taberna o algo por el estilo –volvió a sonreír, esta vez un poco más animado-. Lo hago por diversión, y para que la gente se divierta –se encogió de hombros-. Los que vienen acá ni se imaginan quién soy realmente, y muchos, la gran mayoría, habla conmigo y me tiene por su amigo. Con este boliche, estando acá me siento menos solo. ¡Me gusta! tengo los medios, el personal, la experiencia... Creo que yo nací para esto.
Ahora sí se alejó, no sé si fue cosa mía, pero me pareció que se iba silbando. Cuando alcanzó la escalera se volvió a mí y me gritó:
- Si quiere pasar con alguna de mis chicas, vaya con confianza. ¡Yo invito! Le recomiendo a Lilith. No se va a arrepentir.
Negué con la cabeza y agité una mano. Samael se encogió de hombros nuevamente y desapareció escalera abajo. Solo, en aquel oscuro entrepiso, saqué un cigarrillo, lo encendí, le di una larga pitada y terminé mi cerveza lentamente. Luego, como sucede siempre, sólo tuve que aguardar que el sueño me arrastrara a sus brazos. Al despertar estaba en el sofá de mi casa con la Biblia en la mano, abierta en la página del versículo dónde Mateo hablaba de la tentación de Cristo. Satanás no parecía tener la soberbia del actor que lo interpretó en aquella película, más bien se lo notaba desesperado por que Jesús tropezase, como un chiquillo caprichoso que le quiere hacer una maldad a su hermano, al cual cela tremendamente.

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